Art Surf Camp,
No tengo dudas de que crecer en un entorno marino me ha hecho más dura. Mi madre me enseñó a surfear muy joven y, desde entonces, he estado enamorada de este deporte. Las lecciones que aprendí de niña en el agua han sido válidas para el resto de mi vida. Mi altura ha aumentado al mismo tiempo que la altura de mi tabla ha disminuido, me gusta pensar que me he convertido en una mujer dedicada, atenta y aventurera debido, en gran parte, a mi relación con el océano. Así que ahí van cinco razones por las que creo que todas las mujeres deberían surfear.
1. Aprendes a no rendirte, nunca
El surf me ha enseñado lo que es recibir un golpe en la cabeza. Cualquier chica surfista ha sentido la rabia de estar atrapada en el interior de una mega serie de ocho olas. Recuerdo que me lanzaron a la orilla, el agua haciendo rastas de mi pelo y rezando para que la luna llena no apareciera después del siguiente pato (me quito el sombrero ante quien inventó la parte inferior del bikini con cordón). He estado en este aprieto más veces de las que estoy dispuesta a admitir, pero por mucho que quisiera olvidarlo no lo conseguí. Las surfistas saben que nunca deben rendirse ni ante el obstáculo más grande.
2. Lucha por lo que es tuyo
El surf me ha enseñado a pelear por lo que me pertenece o me merezco. Y ganar. ¿Que el chico que está conmigo en el pico quiere saltarme la ola? No señor. Las surfistas saben que las mejores olas no son fáciles.
3. Perder el miedo es necesario
El surf me ha enseñado a no tener miedo de caerme, este es el lema con el que trato de vivir en cualquier aspecto de mi vida. Aprendí sobre la valentía y el miedo cuando empecé a surfear las poderosas olas de la Costa da Morte que llegan a Galicia cada año. Esas sesiones de humildad han cultivado una valentía que mantengo en cada faceta de mi vida. Pero si me mantengo con los pies en la tierra y confío en mí misma, un wipeout puede convertirse en la ola de mi vida.
4. Apreciar y valorar lo que se tiene
El surf me ha enseñado la importancia de vivir el momento. He aprendido a saborear cada ola como si fuera la última. No me preocupo por cómo ejecutar el siguiente bottom turn, ni me preocupa la torpeza en la puesta en pie. La sensación que siento al deslizarme en una ola reduce el tiempo y acelera mi corazón. A veces, me encuentro deslizando mi mano a lo largo de ola glassy sin otra razón que la de, simplemente, disfrutar ese momento específico el mayor tiempo posible. Al no concentrarme en el pasado o el futuro, puedo apreciar el momento presente.
5. Respetar el medio ambiente
El surf me ha enseñado a respetar el medio ambiente. He aprendido que las corrientes son fuertes; he aprendido a detectar las mareas que me pueden succionar hacia el mar. Entiendo que soy una invitada entrando en la casa de otra persona. Cuando tenía 9 años y estaba de viaje con mi familia, un tiburón me mordisqueó el muslo derecho. En un principio me preocupaba que esta experiencia pudiera marcarme emocionalmente de por vida, ya que, ciertamente, lo hizo a nivel físico. Pero mi ataque no resultó en miedo, más bien me obligó a desarrollar una mayor conciencia del poder que confiere el mar. Los surfistas tienen la oportunidad de conectarse con la tierra a un nivel más profundo que la mayoría. Somos capaces de desarrollar un respeto por el medio ambiente tan profundo como el océano mismo.
Así que permaneced en tierra, chicas… y seguid adelante!!